CUARTAS PAREDES Y TIPOS EXTRAÑOS DE NARRADOR

 "El narrador no debe facilitar interpretaciones, si no, ¿para qué escribe una novela?"

                                                - Umberto Eco

Como lector y espectador, puedes sentirte identificado con una historia. Puede haber un personaje con el que compartas rasgos o con el que empatices. Sin embargo, la cosa se queda ahí, simplemente te gusta. O no.

En la entrecomillada "búsqueda de la innovación", muchos autores deciden ir más allá e involucrarte a tí en la trama, como si fueras otro personaje. Y no hablo de algo estilo Dragones y Mazmorras, sino de eso de romper la cuarta pared.

En los tiempos en los que Deadpool no existía, los libros encontraron otra forma de comunicación, diseñada para distinguirse entre la masa: el narrador en segunda persona. Sí, un narrador que usa el pronombre tú.

El ejemplo más conocido, pero aislado a este y unos poquitos más, es Carta a una Señorita en París, de Julio Cortázar.

Dejo un fragmento de ejemplo:

«Usted sabe por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía».

Esa frase no es un diálogo, es parte de la narración.

Otro caso en el que se ocupa el recurso es un término que bauticé yo mismo como narrador psicótico, es decir, un narrador protagonista que se habla a sí mismo, y del que curiosamente sé su existencia pero no he encontrado ejemplos. Ah, Domingo, qué despistado estás... 

Otro método que se inventó fue el hecho de que el narrador mintiera en varios aspectos de la historia, que fuera sospechoso o no fiable.

Yo mismo te acabo mentir, porque sí sé un ejemplo de narrador psicótico que además también cuenta como sospechoso: Yo el Supremo, de Roa Bastos, en la que el protagonista es literalmente todos los personajes.

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