ODISEO: LA CIENCIA DEL PROTAGONISTA

 "Si alguna vez cuentan mi historia, que digan que caminé con gigantes"

                 - Odiseo una vez vuelve al trono de Ítaca

                    (Cantar XXIV, La Odisea, Homero)

Ni Harry Potter, ni Frodo Baggins, ni Don Quijote ni Edmundo Dantes (y fíjate que me gusta mucho Edmundo Dantes) son los mejores protagonistas de la literatura. Tenemos que remontarnos a tiempo atrás.

En la antigua Grecia, un extraño aedo junta en 24 cantares la historia de Odiseo (o Ulises para los romanos), el rey de un lugar llamado Ítaca que marchó a la Guerra de Troya.

Sin embargo, el problema no estaba en la guerra, sino en el viaje de vuelta tras ganarla.

Imagina que tú eres Odiseo: 600 hombres a tus pies en una flota. Llegáis entonces a una isla y en una cueva encontráis un montón de ovejas sin aparente dueño. Por si acaso, tiras una flecha a una oveja. No pasa nada.¡Milagro! ¡Comida para todos!

Así hasta que un enorme ojo sale de la oscuridad:

"¿Quiénes sois?", os pregunta un cíclope tan alto como la cueva misma.

"Somos viajeros, venimos en son de paz".

El cíclope se arrodilla y coje el cadáver de la oveja a la que disparaste en sus manos.

"... Esta era mi oveja favorita".

OJO: Aquí hay dos versiones sobre lo que pasa ahora.

En la primera, el cíclope inicia un juego. Cada mañana va a tomar como desayuno a dos de tus soldados. Tú, por haberle dado un vino, serás el último que se coma.

La que más me gusta, sin embargo, se pasa por donde puede el juego. Le das el vino y el cíclope te va a matar el último, pero la masacre empieza en ese mismo momento. Buena suerte diciéndole a tus soldados lo que hacer para no ser aplastados en una fracción de segundo.

Vale, pero, ¿por qué te cuento esto?

El artículo se llama "La Ciencia del Protagonista", esa ciencia se basa en una cadena de desgracias que no acaba hasta el final, un camino de brasas que acaba en una piscina.

Porque, claro, eso no es lo único que le pasa a Odiseo. Por ejemplo, el cíclope resulta ser hijo de Poseidón y papá querrá venganza; a los pocos que queden vivos, Circe los convertirá en cerdos.

No hay mejor forma para empatizar con un protagonista.

Losabel pasa por el destierro de los humanos del Edén, por el diluvio universal, por la caída de la Torre de Babel, por el sacrificio de Ismael, por las cuatro veces que su hermano podría matarlo... Todo eso para después llegar a un final indeterminado en el que vivir contento consigo mismo. No hay nada más satisfactorio, tanto para el autor como para el lector, que la ciencia del protagonista.

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